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Creo que no soy cotilla, ni especialmente curioso, pero todos aquellos que viajamos habitualmente en el transporte público sabemos que, nos guste o no, compartimos nuestras conversaciones. Y sirviendo esta introducción como excusa a mi chismoso pero inocente comportamiento, os cuento que hace unos días tuve la ocasión de deleitarme con un interesante dialogo entre dos mujeres, cuyas edades tenían una relación aproximada de dos a uno (vamos, una más mayor y otra más joven), y que me resultó gratamente llamativa.
A estas alturas os preguntaréis, y hacéis bien en hacerlo, de qué estarían hablando. No, si al final va a resultar que somos todos un poquito indiscretos. Bueno, voy al grano. Quizá por estar sensible con estos temas y al igual que las embarazadas ven embarazadas por todas partes, cualquier tema que tenga que ver con la música me llega un poco más que, por ejemplo, la política que me llega un poco menos.
Pues ni más ni menos hablaban de música. Pero no solo de eso, hablaban de música grabada. Comprenderéis que para alguien que intenta levantar un sello discográfico en los tiempos que corren, supone éste un tema que dispara todas mis alarmas por lo que mis orejas se orientaron cual perro cazador. Comentaban, también, sobre qué discos le gustaban a una, qué tipo de música a la otra, saltándose con toda impudicia cualquier ley sobre los saltos generacionales.
También se charló sobre lo estupendo que era coleccionar música... ¡¡no me lo podía creer!! Ellas eran totalmente ajenas al bien que estaban haciendo en mi interior. Pero como todo lo bueno acaba rápido mi parada se acercaba sin perdón. Sin embargo, el azar quiso que en ese último segundo me llevara un regalo extra y claramente alcancé a oír como la joven preguntaba: “y tú ¿qué vinilos tienes?"
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